Encuentro con una serpiente

9/2/10


Encuentro con una serpiente

Traducido del libro "My Way of Life" por O-sensei Funakoshi
Kodansha International


Existe en Okinawa una serpiente muy venenosa llamada habu. Afortunadamente su mordedura ya no es tan temible en la actualidad como lo era en mis años mozos, donde la única salvación para alguien mordido en la mano o pie era la inmediata amputación del miembro correspondiente. En la actualidad existe un suero efectivo, pero debe ser inyectado tan pronto como sea posible después de la mordedura. Nuestra habu okinawense, que llega a crecer a más de 2 metros, aún es una bestia que hay que evitar.

En los años previos al desarrollo del suero, me fui una noche a la casa del Maestro Azato para una práctica de karate. Esto ocurrió varios años después de mi matrimonio, y le pedí a mi hijo mayor, en aquel entonces en la escuela primaria, que me acompañase y que portase la pequeña lámpara que iluminaba nuestra ruta a través de la noche en la isla.

Mientras caminabamos a través de Sakashita, entre Naha y Shuri, pasamos un antiguo templo dedicado a la antigua y muy venerada Diosa de la Misericordia, llamada Kannon en japonés moderno. Justo después de pasar su templo divisé en el medio del camino un objeto que a primera vista creí eran excrementos de caballo, a medida que nos acercábamos me di cuenta que lo que veía tenía vida y no sólo viva sino anrollada lista para atacar, observándo enojadamente a nosotros los dos intrusos.

Cuando mi hijo vio aquellos dos agujeantes ojos brillando en la noche y luego aquella afilada y roja lengua saltando de su boca a la kuz de la linterna, gritó de terror y se abalanzó sobre mi, abrazándome las piernas en miedo. Rápidamente lo lancé tras de mi, le quité la linterna y comencé a balancearla lentamente de izquierda a derecha, con mis ojos clavados sobre los de la serpiente. No puedo, ciertamente decirles cuanto duró esto, pero finalmente la serpiente, todavía observándome, se deslizó hacia la oscuridad del campo de papas adyacente. Fue sólo en ese momento que pude ver lo larga que era y lo gruesa que era la habu.

Ya había , naturalmente, a menudo visto varias habu antes, pero nunca anterior a esa noche había visto una enroscada lista para atacar. Como todo Okinawense conocía sus desagradables hábitos, dudaba mucho que se hubiese ido tan sumisamente sin siquiera intentar atacar, así pues, aún terriblemente asustado, tomé la linterna por delante de mi y me adentré en el campo en busca de la serpiente.

Tan pronto como vi aquellos dos ojos brillosos reflejando la luz de la linterna me di cuenta que la habu de hecho me estaba esperando. Me había tendido una trampa y estaba lista para atacarme. Afortunadamente al verme y la linterna oscilante, abandonó su ataque y esta vez desapareció definitivamente en la oscuridad del cultivo.

Me pareció aprender una muy importante lección de la serpiente. Mientras continuabamos nuestro viaje hacia la casa de Azato, le dije a mi hijo, "Todos conocemos la persistencia de las habu. Pero esta vez ese no fue el peligro. La habu que encontramos parecía estar al tanto de las tácticas de karate, y cuando se adentró en la vegetación, no estaba huyendo de nosotros. Estaba preparando un ataque. La habu comprendía muy bien el espíritu de karate".



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